Continuará...


Ella:
Recostada en la cama, de lado. Nosotros la vemos de espaladas y la sábana que la cubre tan sólo le llega a la caderas. Por lo tanto, vemos su espalda que está al descubierto y su pelo largo que le cubre un hombro y se desparrama por la cama.



Él:
Nada más verla, su lengua ya se escapó de su boca y se deslizó por sus labios, humedeciéndolos.
Se acercó a aquella sugerente figura y aspiró su aroma. Olía a pasión y a frenesí, unos olores que se mezclaban con su propio perfume.
Le volvía loco esa combinación.
Un paso más y casi podía tocarla, ya sentía el calor que emanaba su piel, caliente.

Alargó la mano y estiró un dedo que primero posó en su nuca, para luego ir bajándolo poco a poco, recorriendo la forma de su columna, maravillándose de la textura de su piel. Hasta que llegó a sus caderas y a las sábanas que las cubrían, entonces fue siguiendo el límite que le marcaba la tela, de un lado a otro del cuerpo, de una cadera a otra.

Ahora se oía perfectamente su respiración agitada, eso consiguió que aún disfrutara más de su tarea. Una sonrisa asomó en sus labios. Luego fue bajando la cabeza, hasta llegar al hombro que la mujer tenía al descubierto y aún con la sonrisa en la boca le dio un beso en el hombro, un beso suave, ligero y seco. Sin romper nunca el contacto fue deslizando sus labios por su piel, dando pequeños besos a medida que avanza en su camino, lentamente llegó a la cintura, entonces levantó la cabeza y posó ahí su mano. Disfrutó sintiendo bajo su piel la curva que describía el cuerpo femenino, deslizó la mano por la cintura y luego con rápido movimiento le dio la vuelta y la tumbó sobre la cama. Luego, puso ambas manos en su vientre, una a cada lado y fue siguiendo la forma del torso con sus manos casi con rudeza como si pudiera ensanchar o afinar la curva de la cintura a su antojo. Así con la manos en la fina cintura de la mujer, ella parecía muy manejable...

Carta a un desconocido:


Hoy, (por favor pérmitame la hipocresía) querido lector, estoy ebria.

Ebria de sentimientos contradictorios y créame si le digo, que son peor que cualquier bebida alcohólica.

Y es que... Antes tenía miedo a querer. Ahora, tengo miedo a perder lo que quiero.

No me refiero sólo al tema amoroso, como supongo se está imaginando, me refiero más bien; a todo en general y nada en particular.

Sé que no estoy aclarándole nada. Podría decirle, que la realidad, es que me entiendo ni yo. Aunque... creo que más bien, y ha de perdonarme por eso, es que aún no me atrevo a decirle lo que pienso realmente y una verdad a medias, no es una verdad. Así que antes de decirle una mentira, prefiero no decir nada aún.

Quizá la próxima ocasión, pueda explicarme más claramente.
Ahora mismo, como supongo que comprenderá, debido a mi falta de valentía y a mi estado de embriaguez, no puedo pensar de forma muy lúcida y quizá todo lo que he escrito hace en momento, careza de sentido (que es lo más probable).
Sólo espero que volvamos a encontrarnos en otra ocasión.


Hasta la próxima, querido lector.

Hola, soy la señora X



Por un segundo creí que les iba a hablar de mi vida, a lo mejor ustedes también; debido a mi presentación.
Sin embargo no me gusta hablar de mi vida privada. Más bien no me gusta hablar de mi, a secas. Soy perfeccionista. Y por eso no me gusto a mi misma. Me odio. No soy lo que quiero y debo ser.
Sin embargo lo oculto porque tengo una perfecta fachada de perfección que me proteje de los demás.

Cuando veo a alguien lo primero que pienso es en lo que piensa esa persona. Repaso mi imagen y evalúo su apariencia para ver que tipo de rol debo adoptar para resultar perfectamente encantadora aunque odie todo lo referido a ese individuo. Es más, cuanto más odio a una persona más me esfuerzo en resultarle simpática y si, además sé que no disfruta de mi compañía, que el desagrado es mutuo; entonces, es cuando más me esfuerzo en parecer maravillosa.

Soy así. No puedo reprimirme. Cuando veo a una persona guapa o popular me lanzo a ella como si fuera un ave de rapiña dispuesta a llevarse el mejor trozo de carne a la boca. Estoy allí para causar la mejor impresión para sonreír y conversar cuando haga falta y sobre todo para hacerme notar, pero sutilmente. No me van los actos de histerismo o sobreactuacción. No, no. Lo mío es mucho más sutil... Siempre estoy ahí, siempre aparezco en todas las fotos con la mejor sonrisa, siempre estoy en el lugar pefecto (lo suficientemente discreto y lo suficientemente llamativo), siempre entre suaves sombras... Soy la mujer a la que todo el mundo conoce, en la que todo el mundo piensa alguna vez, justo en el momento preciso.

¿Y no os preguntáis porque no quiero conseguir un mayor reconocimiento? La respuesta es fácil, no hay nada mejor que un meteórico ascenso, para una meteórica caída.
Los reyes siempre fueron cayendo uno a uno, las imagenes se desvanecen, las figuras se corrompen... pero... escuchen, ¿no las oyen? Son las voces... Apenas unos susurros casi inaudibles que mandaron ejecutar todo tipo de acciones, quizás se pierdan en el tiempo aún más rapidamente, pero sus efectos duran muchísimos más años y los dueños de esas voces no suelen caer tan rápido como los que llevan a cabo las acciones que les mandan.

Por eso, queridos, soy así. Me gusta manipular. Me gusta fingir que me dejo llevar. Soy como el marionetista que juega a ser marioneta. Soy la perfecta perfección jugando a parecer perefecta.
Siempre omnipresente. Siempre conozco a todo el mundo. Siempre me conocen. Siempre recuerdan mi nombre. Siempre saben quién soy y no saben nada.
Antes de que empiece el teatro yo me quedo entre bastidores y luego salgo a disfrutar del espectáculo que yo misma he preparado.

Sin embargo he de confesar. Que hasta la más perfecta fachada se puede ver alterada. Y es que, me siento vacía... soy como la fachada de un castillo pero de un decorado de película. Majestuosa de lejos pero frágil y ridícula de cerca.

No quiero que nadie descubra como soy realmente. Tengo miedo a perder mi perfecta fachada. Tengo pánico a dejar escapar a la perfección. Es como una droga.
Es la mejor hipocresía la que corre por mis venas. El clasismo en estado puro. Los prejuicios directamente en vena. La mejor sonrrisa pintada en la cara con una barra de labios de imitación.
"Pure Rouge".

Soy la señora X. Y mi camino es la perfección. Y el más oscuro y solitario vacío.

Imaginen un tren a medianoche conducido por un gran cuervo gigantesco que habla, no hay rodadas por las que circule ni...
Bah! Olvidenlo.

-Recuerden no beber demasiado café.

Comienzo

Mi vida mortal, me resulta muy lejana. Crecí en el seno de una familia noble y recibí una buena educación, adaptada a la época. Vivía una vida predeterminada por mis padres; y tenía un futuro asegurado, pero también monótono y triste. Odiaba mi vida y aún más pensar en mi destino. Mi padre era un caballero de la “Orden del Dragón”, por lo tanto mi familia era una de las encargadas de extender el cristianismo y defender nuestra tierra de los “enemigos paganos, ajenos a la fe”; antiguamente la orden estaba dirigida por nuestro finado voivoda Vlad Dracul.

En septiembre de 1448 Vlad Tepes, subió al trono de Velaquia.. Debido a su alianza con los turcos, para mantenerse en el trono; la orden peligraba y por lo tanto mi familia también.

Yo nací en 1457, una época de esplendor para Vdal. Mi infancia transcurrió por una época de agitación y una constante alerta. Había numerosas disputas por el trono de Valaquia y las relaciones con otros reinos, non eran menos tranquilas. Vdal Tepes fue destituido, hubo guerras, y los turcos, se convirtieron en nuestros peores enemigos. Finalmente Vdal fue derrotado en 1476 y su hermano Randu, accedió al trono, como títere de los turcos.

Se oían rumores de que Vdal, no había muerto; y que se había convertido en un monstruo terrible, todo el pueblo estaba atemorizado, acabábamos de perder a un líder férreo y la población estaba confusa; respecto a mi, corría bastante peligro, el país estaba dominado por los turcos y mi familia, “defensora del cristianismo” no estaba en muy buena posición.

Ese año, abandoné mi hogar; mi vida con mis parientes era decadente y vivíamos bajo eterno peligro. Viví durante unos meses, recorriendo ciudades y viendo la miseria y la gloria ajenas; no era más que un fantasma que lo recorría todo y analizaba hasta el más pequeño detalle, podría decir ahora, que era una espectadora viendo una película. No sentía que fuera parte de aquel mundo.

Aprendí a despreciar a los humanos, no entendía cómo podía formar parte de algo tan sucio y basto.

Por las tierras del Oder y el Danubio, los Cárpatos… Por mi hogar, reinaba el caos, las gentes hablaban de demonios, gigantes, que se transformaban a placer y después te daban muerte o te maldecían. Los Tzimisce…

Por aquella época, era frecuente encontrar a hombres poderosos, dueños de unas grandes tierras, muchos decían que ellos eran los demonios. La verdad, no estaban faltos de razón la mayoría eran sires que habitaban en grandes castillos en ruinas, tan impresionantes como decadentes; que se aprovechaban de los humanos y vivían exquisitamente, mientras se corrompían por dentro. Yo, quería creer que había algo mejor, alguna alternativa, poder dejar de ser humana, convertirme en algo superior.

Monique

Llévate la botella y te llevas al genio

Hoy el anfitrion de la consciencia se ha ido a un lugar mejor y sólo quedo YO. Una mente etílica en la que hierven mil ideas..., incapaz de realizar ninguna de ellas. Pensaba que no sería capaz de desterrarlo y aquí estoy, sentado en mi trono de ilusiones y esperanzas. Él era el rey de la desesperación, yo el tirano de la felicidad... Y qué si el futuro está borroso y solo conocemos unos esbozos hechos con el pulso tembloroso; sus expectativas se acabarían ahogando en su propio vómito. Y yo no merezco eso, he luchado para superarle y he acabado superándole; ahora solo es una vocecilla molesta detrás de mi oreja. Dentro de poco tiempo no será nada y desde su reino de desesperación me dará la razón, ahora yo, el que antes fue tirano es rey. Y es que en este cuerpo solo había espacio para uno de nosotros.

H31858 o como pasar de un mundo a otro.



Nunca fuiste a un bar y de repente... la ves y entonces ya está. Ya lo hizo. Estás en otro mundo.
Ya no hay conciencia de ti mismo como cuerpo. Eres un ente. Sólo una conciencia desconcertada.
Intentas acercarte deslizándote por la nada, sin embargo te paras a medio camino, indeciso, confuso, extasiado... Porque ella se mueve.
Tiene cuerpo y se mueve.

SHOCK

Entonces.... tu también... miras hacia abajo. Tienes un cuerpo.
Y de repente te sientes tan pesado, demasiado pesado; te asfixias.
Es el peso de tu cuerpo, tú, como conciencia te has percatado de que tienes un cuerpo físico.
Y al instante la inseguridad, sientes como se expande; nace de algún punto de tu cuerpo llamado pecho. ¿Por que ahora te descubres pensando en si tu anatomía le resultará agradable?
Razona. Si tu eres algo, con cuerpo, tiene que haber algo en lo que tú, como algo estés. Los algos no están en la nada.
Poco a poco empiezas a percibir que estás en un plano físico con más seres tangibles, pero aún no los puedes identificar.
Decides avanzar das un paso, ahora ya caminas y lo notas, notas el suelo bajo tu pies. Sólido. ¿Ves? Los algos necesitan algo para estar.
A medida que avanzas vas identificando las cosas ya que la memoria ha dado un golpe de estado en tu desprotegido cerebro: persona, hombre, silla, baldosa, luz, copa...

SHOCK

Sientes más presión. Más peso.
Ya eres una persona. La sensación no es muy grata.
Vuelves a ser dueño de tu cuerpo y la miras sentada hablando con el camarero, bebiendo poco a poco de su copa... y pese a saber el influjo que ella ejerce sobre ti o gracias a eso, decides ir definitivamente a junto de ella y tomas asiento en el taburete de al lado, en la barra.
Ella se gira y cruzáis vuestras miradas, apenas un segundo, pero sus ojos son increíbles y tú, pobre valiente, intentas acordarte de como respirar.
Y entonces ya está. Ya lo hizo. Estás preso en el otro mundo.