Continuará...


Ella:
Recostada en la cama, de lado. Nosotros la vemos de espaladas y la sábana que la cubre tan sólo le llega a la caderas. Por lo tanto, vemos su espalda que está al descubierto y su pelo largo que le cubre un hombro y se desparrama por la cama.



Él:
Nada más verla, su lengua ya se escapó de su boca y se deslizó por sus labios, humedeciéndolos.
Se acercó a aquella sugerente figura y aspiró su aroma. Olía a pasión y a frenesí, unos olores que se mezclaban con su propio perfume.
Le volvía loco esa combinación.
Un paso más y casi podía tocarla, ya sentía el calor que emanaba su piel, caliente.

Alargó la mano y estiró un dedo que primero posó en su nuca, para luego ir bajándolo poco a poco, recorriendo la forma de su columna, maravillándose de la textura de su piel. Hasta que llegó a sus caderas y a las sábanas que las cubrían, entonces fue siguiendo el límite que le marcaba la tela, de un lado a otro del cuerpo, de una cadera a otra.

Ahora se oía perfectamente su respiración agitada, eso consiguió que aún disfrutara más de su tarea. Una sonrisa asomó en sus labios. Luego fue bajando la cabeza, hasta llegar al hombro que la mujer tenía al descubierto y aún con la sonrisa en la boca le dio un beso en el hombro, un beso suave, ligero y seco. Sin romper nunca el contacto fue deslizando sus labios por su piel, dando pequeños besos a medida que avanza en su camino, lentamente llegó a la cintura, entonces levantó la cabeza y posó ahí su mano. Disfrutó sintiendo bajo su piel la curva que describía el cuerpo femenino, deslizó la mano por la cintura y luego con rápido movimiento le dio la vuelta y la tumbó sobre la cama. Luego, puso ambas manos en su vientre, una a cada lado y fue siguiendo la forma del torso con sus manos casi con rudeza como si pudiera ensanchar o afinar la curva de la cintura a su antojo. Así con la manos en la fina cintura de la mujer, ella parecía muy manejable...

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