Hola, soy la señora X



Por un segundo creí que les iba a hablar de mi vida, a lo mejor ustedes también; debido a mi presentación.
Sin embargo no me gusta hablar de mi vida privada. Más bien no me gusta hablar de mi, a secas. Soy perfeccionista. Y por eso no me gusto a mi misma. Me odio. No soy lo que quiero y debo ser.
Sin embargo lo oculto porque tengo una perfecta fachada de perfección que me proteje de los demás.

Cuando veo a alguien lo primero que pienso es en lo que piensa esa persona. Repaso mi imagen y evalúo su apariencia para ver que tipo de rol debo adoptar para resultar perfectamente encantadora aunque odie todo lo referido a ese individuo. Es más, cuanto más odio a una persona más me esfuerzo en resultarle simpática y si, además sé que no disfruta de mi compañía, que el desagrado es mutuo; entonces, es cuando más me esfuerzo en parecer maravillosa.

Soy así. No puedo reprimirme. Cuando veo a una persona guapa o popular me lanzo a ella como si fuera un ave de rapiña dispuesta a llevarse el mejor trozo de carne a la boca. Estoy allí para causar la mejor impresión para sonreír y conversar cuando haga falta y sobre todo para hacerme notar, pero sutilmente. No me van los actos de histerismo o sobreactuacción. No, no. Lo mío es mucho más sutil... Siempre estoy ahí, siempre aparezco en todas las fotos con la mejor sonrisa, siempre estoy en el lugar pefecto (lo suficientemente discreto y lo suficientemente llamativo), siempre entre suaves sombras... Soy la mujer a la que todo el mundo conoce, en la que todo el mundo piensa alguna vez, justo en el momento preciso.

¿Y no os preguntáis porque no quiero conseguir un mayor reconocimiento? La respuesta es fácil, no hay nada mejor que un meteórico ascenso, para una meteórica caída.
Los reyes siempre fueron cayendo uno a uno, las imagenes se desvanecen, las figuras se corrompen... pero... escuchen, ¿no las oyen? Son las voces... Apenas unos susurros casi inaudibles que mandaron ejecutar todo tipo de acciones, quizás se pierdan en el tiempo aún más rapidamente, pero sus efectos duran muchísimos más años y los dueños de esas voces no suelen caer tan rápido como los que llevan a cabo las acciones que les mandan.

Por eso, queridos, soy así. Me gusta manipular. Me gusta fingir que me dejo llevar. Soy como el marionetista que juega a ser marioneta. Soy la perfecta perfección jugando a parecer perefecta.
Siempre omnipresente. Siempre conozco a todo el mundo. Siempre me conocen. Siempre recuerdan mi nombre. Siempre saben quién soy y no saben nada.
Antes de que empiece el teatro yo me quedo entre bastidores y luego salgo a disfrutar del espectáculo que yo misma he preparado.

Sin embargo he de confesar. Que hasta la más perfecta fachada se puede ver alterada. Y es que, me siento vacía... soy como la fachada de un castillo pero de un decorado de película. Majestuosa de lejos pero frágil y ridícula de cerca.

No quiero que nadie descubra como soy realmente. Tengo miedo a perder mi perfecta fachada. Tengo pánico a dejar escapar a la perfección. Es como una droga.
Es la mejor hipocresía la que corre por mis venas. El clasismo en estado puro. Los prejuicios directamente en vena. La mejor sonrrisa pintada en la cara con una barra de labios de imitación.
"Pure Rouge".

Soy la señora X. Y mi camino es la perfección. Y el más oscuro y solitario vacío.

1 comentario:

Saldrac dijo...

Todos tenemos fachadas, y en el fondo es un arte con el que servidor tambien se deleita la mayoria del tiempo, es un arte, como cualquier otro, fliudo, barroco, bizarro como el que mas, pero al menos tenemos la decencia de considerarlo como un arte.
El mundo siempre puede darte vida si es lo que buscas, abre las peurtas y te llenarás, la eleccion es tuya, y estas cansada de tu teatro, tiras a gritos en una camara blindada tu fachada, mal signo.
Por lo demas, la escritura, una obra de arte